miércoles, 18 de marzo de 2015

Monstruos


Venía un airecillo cortante desde el este. Para evitarlo, dejó a un lado la cuesta de Atocha con toda su apertura desabrida y se metió por las callejas más retorcidas y resguardadas de la izquierda. Estaban casi vacías. Siguió andando por ellas, acercándose sin prisa, dando rodeos, a la zona de los grandes hoteles. Por allí había vivido Cervantes -¿o fue Lope?- o más bien los dos. Sí; por allí, por aquellas calles que habían conservado tan limpiamente su aspecto provinciano, como un quiste dentro de una gran ciudad. Cervantes, Cervantes. ¿Puede realmente haber existido en semejante pueblo, en tal ciudad como ésta, en tales calles insignificantes y vulgares un hombre que tuviera esa visión de lo humano, esa creencia en la libertad, esa melancolía desengañada tan lejana de todo heroísmo como de toda exageración, de todo fanatismo como de toda certeza? ¿Puede haber respirado este aire tan excesivamente limpio y haber sido consciente como su obra indica de la naturaleza de la sociedad en la que se veía obligado a cobrar impuestos, matar turcos, perder manos, solicitar favores, poblar cárceles y escribir un libro que únicamente había de hacer reir? ¿Por qué hubo de hacer reir el hombre que más melancólicamente haya llevado una cabeza serena sobre unos hombros vencidos? ¿Qué es lo que realmente él quería hacer? ¿Renovar la forma de la novela, penetrar el alma mezquina de sus semejantes, burlarse del monstruoso país, ganar dinero, mucho dinero, más dinero para dejar de estar tan amargado como la recaudación de alcabalas puede amargar a un hombre? No es un hombre que pueda comprenderse a partir de la existencia con la que fue hecho.
Como el otro -el pintor caballero- fue siempre en contra de su oficio y hubiera querido quizás usar la pluma para hacer floripondiadas rúbricas al pie de letras de cambio contra bancas genovesas. ¿Qué es lo que ha querido decirnos el hombre que más sabía del hombre de su tiempo? ¿Qué significa que quien sabía que la locura no es sino la nada, el hueco, lo vacío, afirmara que solamente en la locura reposa el ser moral del hombre?
Tiempo de silencio. Luis Martín Santos

viernes, 13 de marzo de 2015

Territorios



Mi padre tiene las manos grandes. Cuando era pequeña podía sentir la superficie rugosa y amplia  que me envolvía al cruzar una calle o atravesar una multitud. Más que una mano, mi leve conciencia infantil comprendía que aquel tacto áspero pertenecía a un territorio. Un lugar blindado a la maldad, un paisaje propicio donde siempre me reconocía, donde siempre me sentía a salvo.

La pasada nochebuena le di la cena en el hospital. Sus manos temblorosas apenas podían sostener la cuchara. Varios meses de enfermedad lo habían absorbido por dentro y por fuera dejando en su lugar una especie de pájaro desplumado que no acababa de comprender qué hacía allí. A pesar de eso, me sentí feliz. Mis manos no son tan grandes como las suyas, pero en aquellos momentos pensé que ambos volvíamos al territorio amarillo de la infancia.
Después, lentamente, su cuerpo y su mente han ido recuperando parcelas de la realidad. En las últimas semanas, me pedía que le encendiera la televisión antes de marcharme, para ver "el parte". Al día siguiente, con una furia inocente, despotricaba contra el gobierno y me hacía reír con sus planes incendiarios.


El domingo pasado estuve con él  paseando por el jardín del hospital. Camina titubeante, con pasitos cortos y a partir de ahora necesitará bastón, pues algunas veces pierde el equilibrio. Tuvimos que sentarnos a descansar un rato en un banco, debajo de una mimosa exuberante. Me fijé en sus deportivas flamantes, recién compradas para la rehabilitación, en el chándal demasiado grande y en sus manos, más pequeñas ahora, más suaves y frágiles.
Hoy ha vuelto a casa y lo primero que ha pedido ha sido un plato enorme de patatas fritas.

A veces me da por pensar que estos meses de agonía, cuando no era más que un cuerpo inerte lleno de tubos, fueron una especie de despedida anticipada. Un entrenamiento para el definitivo adiós, cuando se irá, no en medio de una hecatombe de lágrimas, sino como un pajarillo que se repliega sobre sí mismo, en silencio, sin que nos demos cuenta.

Estoy segura de que entonces no querrá que lo acompañe a ese nuevo territorio, pero ahora -no sé ni quiero saber por cuánto tiempo- ha vuelto a casa.

jueves, 12 de marzo de 2015

Beat Attitude


Hetti Jones (izda) NYC 1960

Así que jóvenes mujeres
he aquí el dilema
en él la solución:
siempre he sido a la vez
tan mujer como para derramar lágrimas de emoción
y tan hombre
como para conducir mi coche en cualquier dirección.
Hettie Jones



Denise Levertov

Este es el año en que los viejos,
los grandes viejos,
nos dejan solos en el camino.
El camino conduce al mar.
En los bolsillos tenemos palabras,
instrucciones oscuras. Los viejos
se llevaron la luz de su presencia,
la vemos alejarse por la ladera
de una montaña.
No están muriéndose,
se han retirado
en dolorosa intimidad
aprendiendo a vivir sin las palabras.
(...)
Nos dijeron
que el camino conduce al mar,
y pusieron el lenguaje
en nuestras manos.
Pero sólo oímos
nuestros pasos cada vez que un camión
nos encandila y pasa
dejándonos un nuevo silencio.
No se puede llegar
al mar por esta ruta
infinita, a no ser que haya
una curva al final, parece
perseguir al búho que sobre ella planea
silencioso y oblicuo, adelante y atrás,
lejos, hacia lo profundo del bosque.
Pero el camino se desenrolla
para nosotros, que contamos
palabras en los bolsillos, preguntándonos
cómo va a ser sin ellos, no detenemos
la marcha, sabemos que
queda lejos, y algunas noches
nos parece que el viento trae
un olor a mar...

Septiembre 1961
Denise Levertov

Lenore Kandel


no hay formas de amar pero / hermoso
te amo en todas 

te amo / tu polla en mi mano
se agita como un pájaro
entre mis dedos
te hinchas y endureces
con tu fuerza rígida
eres hermoso / eres hermoso
eres cien veces hermoso
te acaricio con mis manos llenas de amor                         
uñas rosas dedos largos
te acaricio
las yemas de mis dedos... las palmas de mis manos...tu polla se alza y palpita entre mis manos
una revelación / como antaño conociera Afrodita


            hubo un tiempo en que los dioses eran más puros
/ me acuerdo de noches entre la madreselva
nuestros jugos más dulces que la miel
éramos el templo y el dios entero/


estoy desnuda contra ti
y muevo mi boca          despacio
anhelo besarte
y mi lengua te alaba
eres hermoso


tu cuerpo se mueve hacia mí
carne contra carne
piel que se desliza sobre piel dorada
como la mía sobre ti
mi boca         mi lengua           mis manos
mi vientre y mis piernas
contra tu boca tu amor
se desliza... se desliza...nuestros cuerpos se balancean unidos
insoportables


tu cara sobre mí
es la cara de todos los dioses
y demonios hermosos
tus ojos...

                 el amor toca el amor
                 el templo y el dios                   
son uno
Lenore Kandel


Beat Attitude. Antología de mujeres poetas de la generación beat. 
Traducción y prólogo Annalisa Marí Pegrum